El debate
interminable sobre el futuro de una de las tradiciones más antiguas de España
podría llegar a su fin dentro de los próximos años. La corrida de toros, ya
prohibida en las Islas Canarias y en Cataluña, sigue pasando de moda y
representa una tradición anticuada que los aficionados intentan mantener con
tenacidad.
El gobierno
municipal de Madrid ha decidido otorgar a la tauromaquia la categoría de
patrimonio cultural inmaterial y espera que también sea parte de la Unesco. Lo
que no tienen en cuenta los activistas en pro de las corridas es que hoy en día
los jóvenes han dejado de interesarse por aquella tradición controvertida.
Según un estudio realizado por Gallup, el 68,8 % de los españoles en el año 2002
no manifiesta ningún interés por el espectáculo brutal – una tendencia que
empezó a perfilarse en los años 70, con un 45 % de la gente que se negaba a
asistir a los eventos.
La concejal Paloma
García Romero afirma que ha llegado “el momento de defender algo español que
está sufriendo un ataque salvaje”. Parece lógico e importante que haya que
conservar costumbres con tanta historia y fama. Pero los tiempos cambian y ¿por
qué aferrarse a tradiciones que ya no afectan a la gente como lo hicieron décadas
y siglos antes, y encima significan una tortura para los animales en cuestión?
Sólo porque es una tradición con larga historia, eso no puede justificar el
hecho de que se trate de maltrato de animales. Aunque los aficionados lo
niegan, los animales ya sufren antes del espectáculo propio: les liman los
cuernos para la protección del torero, los encierran en lugares oscuros para
que estén ciegos cuando entren en la arena y otras barbaridades. Por no hablar
de la corrida como tal, que consiste en tres etapas de actos dolorosos,
culminando en el asesinato del toro ya gravemente herido.
Hoy en día, la tauromaquia ya no parece una
acción conforme a la época. Se esfuerza en conceder a los animales derechos
semejantes a los de los seres humanos y estos esfuerzos resultan cada vez más
exitosos. Como consecuencia, se puede constatar desinterés y rechazo por formas
de entretenimiento como la corrida de toros. Sobre todo, los jóvenes eligen
otras oportunidades de pasar su tiempo de ocio, por ejemplo, disfrutando del
deporte y de otras ofertas culturales. Lo que era una actividad de tiempo libre
y diversión bastante popular en el pasado, ya no funciona en estos días y parece
probable que eso conduzca a la desaparición de dicha tradición de la “vida
cotidiana”.
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