¿Podemos reír en este mundo
cruel donde hay crisis tras crisis? Hojeando el periódico echamos un vistazo a
los titulares de horror. Nunca hubo tanta gente hambrienta, tanto desastre
ecológico, tanta violencia de guerra como hoy. Ver el sufrimiento del otro se
convirtió en un automatismo en las vidas del europeo moderno occidental.
Claro que sí, tenemos responsabilidad. Responsabilidad por la contaminación de nuestros mares, la explotación de los trabajadores que producen nuestros MacBook en Taiwan, la sangre que está dentro de nuestro Smartphone. Lo sabemos. Pero no lo sentimos. Acusamos. A otros. A los bancos, a los gobiernos, a las empresas, a nuestros vecinos. Además, existe un miedo profundo. De nosotros mismos. Y así siempre estamos en búsqueda de distracción. Rendimos y trabajamos y nos preguntamos cada día: ¿Los chinos nos superarán? ¿Mi niño tendrá derecho a su contrato de ahorro-vivienda? No hay absolutamente nada de que reírse.
En una cultura dominada por la presión del éxito y el trabajo, la risa pública se encuentra solo en los carnavales o en los jubileos de empresa. No nos permitimos reír porque la situación es seria. Porque nosotros somos serios. ¡Y al mismo tiempo queremos un mundo mejor! Ayudamos a los que no son tan laboriosos como nosotros con ajustes estructurales y apretándoles el cinturón. Si no nos reímos nosotros, los demás no deben reírse de nada.
Pero a veces nos emocionamos. No podemos más. Cenoso caminamos en las calles con un beat techno ahogado acompañado por nubes grises y vemos al perro corriendo tras su propia cola. Divisamos a un niño con zapatos demasiados grandes. Escuchamos a un viejo silbando bien feliz. Un estremecimiento pasa por nuestro cuerpo. Las comisuras bucales se tiran hacia arriba, los ojos se empequeñecen, se tensa el abdominal y de nuestra faringe sale una risa a carcajadas. ¡Sentimos! ¡Somos seres humanos!
Descrita en la poesía de Victor Hugo se lee así:
<<La risa es el sol que ahuyenta el invierno del rostro humano.>>
¿La risa nos muestra un lado que no es tan serio? ¿Realmente puede ser?
Alex Navarro, que como payaso se dedica profesionalmente a la risa, dice:
<<El payaso es un creador, un provocador de risa, sensaciones y emociones. El payaso nos hace reír, sentir y reflexionar con su visión del mundo y sus intentos de posarse por encima de sus fracasos. Nos muestra su vulnerabilidad sin tapujos. Es el niño que todos llevamos dentro, que no tiene tabúes, que disfruta jugando y que quiere ser como los adultos aunque nunca pueda conseguirlo.>>
El clown busca a su propio lugar en la vida y al mismo tiempo quiere ser como los demás. Quiere ser amado pero siempre tropieza contra sí mismo. Trágico y cómico. Demasiado humano.
¿Dónde se puede encontrar la energía del clown? Es sencillo: cuando estamos con los niños. La mayoría de los adultos (por suerte) se alegra cuando un chico resplandece. Los niños nacen con el deseo de jugar. ¿Por qué lo olvidamos cuando salimos de la infancia? ¿Nos podemos imaginar un mundo donde la gente pasa cada día jugando?
Volviendo al mundo cruel. Qué horrible es la imaginación de los niños que no tienen mucho que reír por viviendo en zonas de guerra. Niños rodeados por adultos en estrés permanente. No es un ambiente para jugar tranquilamente. ¿Y además no sería cínico reír en una situación de horror? ¡Al contrario! ¡No lo es! Es sano.
Hay profesionales que se dedican justo a la difusión global de la risa: los Payasos sin Fronteras. La autodescripción de ellos mismos suena así:
<<Los beneficiarios preferenciales en las intervenciones de nuestra organización son los niños y los adolescentes que sufren la exclusión social y económica, y por lo tanto la cultural, por razones que pueden fundamentarse en una rotura de equilibrio o en una marginación crónica e histórica. También lo son aquellos que sufren las consecuencias de la guerra y de desastres naturales y los que viven inmersos en situaciones de violencia.>>
Narices rojas en Haití, Palestina y Mozambique. Clowns en una pista provisoria en Kivu (norte de Congo). 1200 espectadores. Una hora de risa. Después se van. ¿Mejora este mundo cruel? La pregunta aquí no interesa. Cuando un solo niño más se ríe, este mundo se humaniza. ¿Cursi? Realidad fáctica. La risa nos queda como herramienta de desarrollo humano. Y lo mejor es: no cuesta nada más que atreverse a hacerlo. También aquí.
Claro que sí, tenemos responsabilidad. Responsabilidad por la contaminación de nuestros mares, la explotación de los trabajadores que producen nuestros MacBook en Taiwan, la sangre que está dentro de nuestro Smartphone. Lo sabemos. Pero no lo sentimos. Acusamos. A otros. A los bancos, a los gobiernos, a las empresas, a nuestros vecinos. Además, existe un miedo profundo. De nosotros mismos. Y así siempre estamos en búsqueda de distracción. Rendimos y trabajamos y nos preguntamos cada día: ¿Los chinos nos superarán? ¿Mi niño tendrá derecho a su contrato de ahorro-vivienda? No hay absolutamente nada de que reírse.
En una cultura dominada por la presión del éxito y el trabajo, la risa pública se encuentra solo en los carnavales o en los jubileos de empresa. No nos permitimos reír porque la situación es seria. Porque nosotros somos serios. ¡Y al mismo tiempo queremos un mundo mejor! Ayudamos a los que no son tan laboriosos como nosotros con ajustes estructurales y apretándoles el cinturón. Si no nos reímos nosotros, los demás no deben reírse de nada.
Pero a veces nos emocionamos. No podemos más. Cenoso caminamos en las calles con un beat techno ahogado acompañado por nubes grises y vemos al perro corriendo tras su propia cola. Divisamos a un niño con zapatos demasiados grandes. Escuchamos a un viejo silbando bien feliz. Un estremecimiento pasa por nuestro cuerpo. Las comisuras bucales se tiran hacia arriba, los ojos se empequeñecen, se tensa el abdominal y de nuestra faringe sale una risa a carcajadas. ¡Sentimos! ¡Somos seres humanos!
Descrita en la poesía de Victor Hugo se lee así:
<<La risa es el sol que ahuyenta el invierno del rostro humano.>>
¿La risa nos muestra un lado que no es tan serio? ¿Realmente puede ser?
Alex Navarro, que como payaso se dedica profesionalmente a la risa, dice:
<<El payaso es un creador, un provocador de risa, sensaciones y emociones. El payaso nos hace reír, sentir y reflexionar con su visión del mundo y sus intentos de posarse por encima de sus fracasos. Nos muestra su vulnerabilidad sin tapujos. Es el niño que todos llevamos dentro, que no tiene tabúes, que disfruta jugando y que quiere ser como los adultos aunque nunca pueda conseguirlo.>>
El clown busca a su propio lugar en la vida y al mismo tiempo quiere ser como los demás. Quiere ser amado pero siempre tropieza contra sí mismo. Trágico y cómico. Demasiado humano.
¿Dónde se puede encontrar la energía del clown? Es sencillo: cuando estamos con los niños. La mayoría de los adultos (por suerte) se alegra cuando un chico resplandece. Los niños nacen con el deseo de jugar. ¿Por qué lo olvidamos cuando salimos de la infancia? ¿Nos podemos imaginar un mundo donde la gente pasa cada día jugando?
Volviendo al mundo cruel. Qué horrible es la imaginación de los niños que no tienen mucho que reír por viviendo en zonas de guerra. Niños rodeados por adultos en estrés permanente. No es un ambiente para jugar tranquilamente. ¿Y además no sería cínico reír en una situación de horror? ¡Al contrario! ¡No lo es! Es sano.
Hay profesionales que se dedican justo a la difusión global de la risa: los Payasos sin Fronteras. La autodescripción de ellos mismos suena así:
<<Los beneficiarios preferenciales en las intervenciones de nuestra organización son los niños y los adolescentes que sufren la exclusión social y económica, y por lo tanto la cultural, por razones que pueden fundamentarse en una rotura de equilibrio o en una marginación crónica e histórica. También lo son aquellos que sufren las consecuencias de la guerra y de desastres naturales y los que viven inmersos en situaciones de violencia.>>
Narices rojas en Haití, Palestina y Mozambique. Clowns en una pista provisoria en Kivu (norte de Congo). 1200 espectadores. Una hora de risa. Después se van. ¿Mejora este mundo cruel? La pregunta aquí no interesa. Cuando un solo niño más se ríe, este mundo se humaniza. ¿Cursi? Realidad fáctica. La risa nos queda como herramienta de desarrollo humano. Y lo mejor es: no cuesta nada más que atreverse a hacerlo. También aquí.
C.R.