La
educación religiosa todavía es algo muy presente en las escuelas
alemanas. Un vistazo a la página web del Ministerio de Educación
revela que no solo en Renania del Norte Westfalia, sino también en
muchos otros estados federados, la educación religiosa es
profundamente confesional. La página web se limita a clases
católicas, evangélicas y ortodoxas griegas, por separado, y dice
que se enseña a los alumnos “que la creencia en Jesucristo tiene
que ver con sus propias vidas”. Se pretende enseñarles a “incluir
a Dios en sus vidas y [...], entender que el mundo es obra suya”.
Frases ejemplares del ministerio para las cuales falta evidencia
científica.
Considerando
el lenguaje de esta página ya se puede deducir que este
procedimiento no científico no debe ser parte de la enseñanza
escolar: la escuela es una institución educativa con el objetivo de
preparar a los jóvenes para una posible carrera en la educación
superior, por lo que se debe hacer hincapié en un lenguaje más apto
para el ámbito académico. Una religión, por el contrario, es una
especie de código que pretende unir a un grupo determinado
excluyendo a los demás. Se trata del mismo procedimiento con todas
las religiones, se aísla un grupo del otro mediante tradiciones y
rituales espirituales comunes y las preguntas críticas no se
contestan por falta de datos científicamente comprobables. Es
evidente que, por la importancia e influencia de las religiones,
tiene que haber educación religiosa, pero ésta debería ser de
carácter polivalente. Es importante que no sea excluyente. Si va a
formar parte de la escuela, tiene que ser basada en la teoría y la
metodología.
Para
actuar en favor de la tolerancia y la coexistencia de varias
creencias, serían preferibles clases que traten de explicar por lo
menos las tres grandes religiones sin separarlas. A continuación, se
enumeran y se sopesan los argumentos a favor y en contra de una
educación religiosa no confesional en las escuelas.
Si
tuviéramos clases que trataran más de una religión, habría una
sola asignatura que debería abarcar un gran número de religiones.
Esto podría tener como consecuencia una falta de profundidad, así
que los alumnos solamente obtendrían conocimientos básicos y por
eso, no aprenderían suficiente sobre su propia religión. Por
supuesto, la religión es un tema muy importante y omnipresente y es
favorable tener un conocimiento más amplio. Aún más importante es
obtener conocimientos básicos sobre varias religiones que saber
mucho de una sola para que, al final, los alumnos tengan una visión
de conjunto sobre el tema y la capacidad de comparar y decidir por sí
mismos lo que les conviene mejor.
Algunos
padres podrían lamentar que los niños de hoy tienen tan poco tiempo
libre por la escuela, los deberes y los hobbys
que no queda suficiente tiempo para profesar su propia religión, y a
causa de clases no confesionales ni siquiera en la escuela. Sin
embargo, la profesión de la propia fe sigue siendo asunto familiar.
La escuela no es el lugar para profesarla, sino la casa o la iglesia.
Si los padres quieren una educación religiosa para sus niños, ellos
mismos son responsables de que sus hijos la obtengan fuera de la
escuela.
Por
otro lado, muchos padres no son capaces de eso o no lo quieren, de
forma que los niños no obtienen ninguna orientación religiosa en
casa. Algunos dicen que, entonces, el Estado se tiene que encargar de
eso, porque es mejor ser educado por el Estado y recibir alguna
orientación que ninguna. Pero esto no debe ser la tarea del Estado.
Hay
que preguntarse ¿cómo se puede dejar decidir al Estado qué
religión es la mejor para los niños? Tenemos una gran variedad de
gente con raíces diferentes, varias culturas y creencias en
Alemania, pero en las escuelas hay clases de religión católica y
protestante nomás, aunque ya hubo discusiones sobre clases
islámicas. No obstante, el Estado no debería influenciar a los
niños en su desarrollo religioso. Una de las obligaciones más
sobresalientes que el gobierno pasa a las escuelas públicas es la
promoción de la tolerancia. Al mismo tiempo, se hacen responsables a
las escuelas de una educación confesional. No se lo puede subrayar
demasiado: son dos aspectos que, debido a las estructuras religiosas
anticuadas, no siempre son compatibles.
Los
alumnos deben aprender y vivir aspectos de las varias culturas del
mundo que a menudo se encuentran incluso dentro de una misma clase de
la escuela. Así estarán bien preparados para un mundo en el que
todo cambia muy rápido incluso sistemas políticos, en el que los
medios de comunicación social facilitan el intercambio con gente de
todas partes del mundo y en el cual es indispensable poseer
facultades comunicativas. El aprecio de lo diferente ayuda mucho a la
adaptación a nuevos ambientes sociales. En un curso universal,
obligatorio para todos, se podría realizar esa meta mucho mejor que
en cursos separados para cada religión. Es más, la separación
promociona la formación de sociedades paralelas.
Otro
argumento es que los padres de los alumnos no cristianos tienen miedo
de que las clases se centran en temáticas cristianas y que otras
religiones son presentadas desde una perspectiva cristiana. En otras
palabras, temen que sus hijos sean fácilmente influenciados en
cursos pseudomulticonfesionales. Para disipar esas dudas se podría
presentar el currículo de forma muy transparente y ocuparse de que
sea bien equilibrado. Así los padres preocupados llegaran a ganar
confianza en las escuelas.
Algunos
piensan que es el derecho exclusivo de los padres a decidir qué
creencia deben aceptar sus hijos y es entendible desde su perspectiva
que quieran que sigan sus pasos. Pero la escuela pública no es el
sitio adecuado para tal empresa. Mejor dicho, un curso de cualquier
religión en la escuela pública significaría que los alumnos serían
afectados por una decisión que no han tomado ellos mismos, sino sus
padres. Por eso es preferible dar a los alumnos la capacidad de tomar
esa decisión de forma libre y sin ningún adoctrinamiento. Muchos
piensan que un curso llamado "ética", por ejemplo,
obligatorio para todos, sería una imposición intolerable, pero por
las mismas razones se podría negar la importancia del curso de
matemáticas. Otro objetivo muy importante en el que se ha fijado la
escuela es la inclusión. Mientras en la pasada década se habló
mucho de la integración social, la idea de la inclusión sobrepasa
ese concepto, suponiendo un modelo de escuela en el que los
profesores, los alumnos y los padres participan y desarrollan un
sentido de comunidad entre todos los participantes. La idea de cursos
individuales de religión es totalmente contraria a la idea de la
inclusión.
En
conclusión, cabe subrayar que el tratamiento de la religión con
método científico, abordándola de una manera moderna, analizando
sus orígenes y sus contenidos más significativos en conjunto con
alumnos de varias confesiones y creencias resultaría en alumnos más
estables y mucho más capaces de reflexión crítica. Desarrollarían
mejores habilidades argumentativas y se disminuiría el riesgo de
radicalizaciones. Un nuevo modelo universal de clases no
confesionales también crearía más entendimiento entre los alumnos,
y a la vez dándoles la oportunidad de decidir individualmente en
cuestiones de fe.
Lena
Pfannholzer, Jürgen Sieger, Demet Ögüt
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