Blog de aula de la Universidad de Colonia

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martes, 8 de julio de 2014

Cultivos transgénicos en América Latina

Cultivos transgénicos en América Latina 

“Cuando viajé por última vez a Argentina, después de no haber estado allí desde hace 4 años, noté un cambio en las posturas de mis amigos respecto al medioambiente y la política actual.
Un tema que parecía conmoverles de modo  especial es un tema que hace tiempo está presente en los medios de comunicación y las redes sociales, también aquí en Alemania: la lucha en contra de las plantas transgénicas, especialmente en contra de la empresa Monsanto.” (Charlotte K.)

“Esta tecnología es la oportunidad para el mundo para incrementar fuertemente los rendimientos agrícolas.“ ¡Qué bien que suena! ¿Cuál podría ser la tecnología salvadora de la que habló Verónica Caride, funcionaria del Ministerio de Agricultura de Argentina, en la Feria Agrícola y de la Alimentación en Berlín en enero de este año? ¿Una tecnología que aumenta las cosechas del mundo para alimentar mejor a sus habitantes? La funcionaria argentina  se refiere a la tecnología de ingeniería  genética en la agricultura, cuyos productos son conocidos como  transgénicos u  organismos genéticamente modificados.

“Nuestro país está en condiciones de aumentar en forma sustentable su producción, que ofrece al mundo“  y  “estamos trabajando para desarrollar esta tecnología”  aseguró también la misma Sra. Caride.  Aunque esto suene bastante prometedor, hay una fuerte discusión sobre el tema: mientras científicos, empresarios y agricultores a favor de las plantas manipuladas hablan de un aumento de la productividad agrícola a nivel mundial, los opositores de los trangénicos temen una fuerte influencia negativa sobre el  medioambiente, una reducción de la biodiversidad en las zonas agrícolas y un elevado riesgo de salud  , tanto para los consumidores como también para los agricultores.

Sobre todo en los países latinoamericanos hay una tendencia clara que apuesta por las semillas transgénicas. Aparte de que se subvenciona mucho la tecnología transgénica desde los años 90, los campesinos encuentran atractiva la idea de no tener que comprar muchos pesticidas, porque las semillas son supuestamente immunes contra los parásitos dañinos para las cosechas. Pero ¿es tan fácil la cuestión?

En Argentina, por ejemplo, predominan las semillas genéticamente modificadas, las que ya suponen más del 80% de las plantaciones agrícolas del país. Es una tendencia preocupante. En Brasil es más aún, y, hablando en general, hay un sólo país en América Latina, Perú, que todavía no ha permitido el uso de semillas transgénicas en sus tierras.

Aunque también algo se sabe sobre el tema en Alemania, quizás uno no se da cuenta de su importancia a nivel mundial. Solo porque aquí no tenemos la necesidad urgente de hacer algo en contra, porque simplemente se rechazó políticamente la introducción de trangénicos en la agricultura alemana, no hay que ser indiferentes al tema y es bueno mantenerse informado. Es algo que tiene que importar a todos. ¿Quién no conoce el dicho en alemán “du bist was du isst” (eres lo que comes) ?

Empezando por el principio: ¿qué es realmente una planta o semilla transgénica? ¿Cuáles son los posibles problemas, cuáles las supuestas ventajas de una agricultura dominada por tales productos? Y ¿por qué pone en riesgo la salud de muchas personas, sean los pobladores/agricultores de las regiones afectadas o los consumidores de los productos finales? Todo eso se discutirá en nuestro ensayo para darles una idea respecto a la situación actual.

Los organismos modificados genéticamente, o transgénicos, son organismos cuyos genes han sido modificados mediante técnicas de  ingeniería genética. Es decir, se trata de organismos cuyo material genético  ha sido manipulado artificialmente a través de un intercambio de genes  entre diferentes especies. A diferencia de los  organismos híbridos, producidos  mediante técnicas convencionales de cruces entre especies  iguales y/o similares  sin modificación del material genético,  los transgénicos son el resultado de modificaciones en la cadena cromosómica misma de un organismo, es decir, se trata de cambios en el ADN de un organismo  con genes de otras especies.
La mayor parte de este tipo de modificación artificial se ha efectuado  en plantas destinadas a la alimentación,  experimentando, por ejemplo, con la introducción de genes de peces en papas y fresas,  con el objetivo de aumentar la resistencia al frío,  o también agregando  material genético de bacterias y  virus a diversas especies para que sirvan como vehículos de infección a los organismos receptores, con el fin de transmitir  toxicidad a insectos considerados dañinos para los  cultivos.

Los organismos modificados genéticamente dejan los laboratorios y entran por primera vez en la agricultura comercial a mediados de la década de los 90 en Estados Unidos,  tras la previa aprobación de la comercialización para el consumo masivo  del tomate “Flav Savr”,  el primer alimento modificado a través de la  tecnología de la ingeniería genética,  marcando  así el inicio a la  incorporación de los cultivos transgénicos  en  la producción agrícola mundial. Desde entonces,  esta técnica agrícola  ha experimentado una rasante  difusión, pasando de 1,7 millones de hectáreas cultivadas en 1996  a 175,2 millones de hectáreas en la actualidad, un área que corresponde   a alrededor del 12 %  de la totalidad de  las áreas cultivadas mundialmente, según los informes de la FAO, la  Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la  Agricultura. 

Mientras en Europa, a excepción de España y Portugal, los cultivos trangénicos no alcanzan niveles significativos, la adopción de este tipo de cultivo se ha difundido rápidamente en el continente americano,  alcanzando actualmente altos niveles de expansión en Latinoamérica, región que ocupa el segundo lugar de producción   según el área  de cultivos  transgénicos: tras EE. UU. con 70,1 millones de hectáreas cultivadas con semillas transgénicas , se encuentran Brasil y Argentina  con 40,3  y 24,4 millones de hectáreas respectivamente. Entre los  los diez países que concentran la mayor parte de áreas sembradas con  variedades transgénicas se encuentran también Paraguay  y Uruguay con 3,6 y 1,5 millones de hectáreas cada uno. En menor grado, también se cultivan especies transgénicas en el resto de los países latinoamericanos, a excepción de Perú que el año 2011 estableció una moratoria de 10 años  para el  ingreso y la producción de organismos vivos modificados.

La producción agrícola de transgénicos  en Latinoamérica  se concentra principalmente en  el cultivo de los tres productos soja, maíz y algodón y  su comercialización se encuentra en manos de pocas multinacionales, entre las cuales merece especial mención  la empresa estadounidense  Monsanto,  la mayor productora mundial de semillas transgénicas y propietaria de  más del 90%  de las patentes de semillas trangénicas  a nivel mundial. 

Prácticamente en todos los países latinoamericanos se ha legislado  o se está legislando   al respecto mediante  leyes  para organismos y alimentos genéticamente modificados, las cuales son conocidas  mayoritariamente como “leyes de semillas” o también como  “ley Monsanto”. Su tramitación ha derivado en una polémica discusión entre los diversos sectores involucrados, poniendo en duda la efectividad de este tipo de tecnología agrícola y convirtiendo en tema central  los posibles  efectos sobre el medioambiente y a la biodiversidad, tratando  las semillas como  patrimonio cultural y  campesino que merece especial protección por parte de las leyes tanto  nacionales como internacionales. Las reacciones a los diversos proyectos de ley  han alcanzado un alto nivel de participación ciudadana y podrían significar  un vuelco  de las posturas gubernamentales hasta ahora vigentes.  A  modo de  ejemplo, se puede mencionar  el proyecto de Ley de Semillas presentado en Chile por el primer gobierno de Michelle Bachelet el año 2009, el cual   otogaba  facilidades a las empresas multinacionales para  la apropiación de semillas locales y ponía en peligro  el uso de semillas propias por parte del campesinado. Tras una  aprobación inicial por el parlamento  en primer trámite en el año 2010, durante el gobierno de Sebastián Piñera, el proyecto de ley fue recientemente retirado, a pocos días  de comenzar el segundo gobierno encabezado por Michelle Bachelet.

Las consecuencias económicas y sociales del uso de transgénicos tienen implicaciones significativas en varios sectores de la agricultura. Primero, cambia la situación jurídica, por ejemplo en cuanto a la propiedad y sobre todo las patentes de las semillas, como fue mencionado anteriormente.  Además, el uso de transgénicos va acompañando por el crecimiento de pocas pero grandes empresas, con un alto porcentaje de participación  y poder de mercado, como es en el caso de Monsanto. Los opositores de la ingeniería genética temen que esto pueda llevar a la disminución de agricultores y productores más pequeños, mientras las empresas grandes podrían alcanzar  posiciones casi monopolistas. Por lo contrario, los partidarios esperan una mejor productividad y un mayor rendimiento utilizando semillas transgénicas. Hay varios estudios que examinan hasta qué grado este argumento corresponde con la realidad.

Los argumentos más importantes en favor del uso de semillas transgénicas son las ventajas de producción y el aumento de la productividad. Una ventaja incuestionable de las plantas transgénicas es su resistencia contra algunos parásitos, la planificabilidad y la seguridad de cosechas frecuentes,  debido  a una lucha antiparasitaria más eficaz. Por eso, por ejemplo, el maíz transgénico Mon810 fue aceptado por muchos agricultores  de varios países, aunque hoy en día  la autorización de cultivo de este tipo ha sido revocada en varios países, como lo fue por ejemplo  en Alemania. Para los partidarios de los cultivos trangénicos sería  un hecho que el uso de  transgénicos conlleva ventajas de producción.

Sin embargo, no hay ningún estudio oficial que pueda verificar que con el uso de transgénicos la productividad aumente. Según el informe agrícola oficial por encargo del Banco Mundial y de las Naciones Unidas, en  promedio no ha habido un aumento de la productividad. Hay regiones en las que con el uso de transgénicos se puede ver un aumento, pero en otras regiones se registra un disminuición de las cosechas.
Aparte de esto, un gran problema económico del uso de transgénicos consiste en la coexistencia de plantaciones que utilizan semillas transgénicas y otras que no. Son problemas no solo en cuanto a la calidad del alimento, sino significan sobre todo consecuencias y cargas económicas para conservar la producción libre del uso de transgénicos. Un ejemplo es la apicultura: como cada enjambre recoje el polen en un área de aproximadamente 30 km², hay muchas zonas que están enterecruzadas con territorios donde se usan trangénicos. Entonces, muchos colmeneros se ven  obligados a hacer pruebas caras para garantizar así  productos no transgénicos. Estos gastos adicionales comprometen la rentabilidad y la existencia de los agricultores y también en otros sectores.

Aparte de este hecho, la agroindustria trangénica también causa otros gastos y deterioros macroeconómicos. Algunos ejemplos son varios escándalos de contaminación de grandes empresas conectadas  a nivel mundial, como por ejemplo el grupo 'Bayer' con el arroz transgénico LL601. De este tipo, una línea no autorizada,  se encontró una alta  concentración entre las semillas para el mercado estadounidense. Hasta hoy los gastos ascienden a 1.500.000.000 euros. Lo mismo pasó con el maiz 'Starlink', que solo había sido autorizado  como pienso compuesto para alimento de animales pero ha sido  encontrado en semillas y varios alimentos para el consumo humano.

En cuanto a los factores económicos, también existen diferencias grandes entre los países. Mientras en América Latina, sobre todo en Argentina y Brasil, y en los EE.UU se exige una relajación de las restricciones de importación de la UE, en Europa, especialmente en Alemania, se rechaza la ingeniería genética. Los productores de América Latina y EE.UU, que trabajan principalmente con semillas trangénicas, se sienten perjudicados de  una forma injustificada, desde su punto de vista, en cuanto al acceso al mercado europeo.

En general, se puede afirmar que  la producción con el uso de transgénicos conlleva más gastos que ventajas financieras. Aparte de eso, también hay regiones con tierras de alta calidad para el cultivo agrario que logran un alto rendimiento  sin la aplicación de las nuevas tecnologías y donde sería  mejor renunciar a  los cultivos transgénicos, ya que con métodos convencionales se alcanza también  una alta productividad. Con el aumento del uso de transgénicos, también aumentan las dificultades de cultivar la tierra de otra forma.

Resulta un hecho que, aparte de los riesgos de salud y de cuestiones éticas, el uso de transgénicos también conlleva desventajas económicas para la agricultura. Es dificil generalizar las consecuencias también por las diferencias entre las economías y las leyes de los países productores y consumidores. Al fin y al cabo, el uso de transgénicos no es una forma de agricultura de bajo costo. Encontrar un camino para producir económica y ecológicamente es un desafío global.

Como algunos ya sabrán, la diferencia entre los alimentos convencionales y la comida genéticamente manipulada es grande y no puede ser saludable para los seres humanos. La configuración exacta de vitaminas, proteínas y nutrientes en las plantas hizo posible la vida de los animales y humanos en este planeta. No es posible imitar artificialmente algo tan complejo. Esto también significa que es más dificil para el cuerpo digerir e incorporar organismos modificados genéticamente. Es un hecho que las verdaduras y frutas manipuladas tienen veinte veces  menos nutrientes que las de la naturaleza, con lo que el cuerpo sufre una debilitación del sistema inmune que causa enfermedades. Cientificos suponen que la comida genéticamente manipulada puede producir cáncer, infertilidad, alergias y otras enfermedades.

Argentina es un país donde un 80 % de los productos alimenticios han sido  genéticamente manipulados y allí se han detectado en la población un gran número de enfermedades como cáncer o leucemia. Especialmente en los terrenos dedicados al cultivo de  la soja mucha gente jóven se enferma. Aunque no hay estadísticas oficiales del número de fallecimientos relacionados al cultivo de transgénicos, es un hecho preocupante que una de cinco personas que mueren en Argentina mueran de cáncer. El grupo Monsanto no solo es productor de semillas genéticamente manipuladas, sino  también del herbicida Roundup,  producido a base de glifosato, un herbicida  del cual científicos sospechan que causa celiaquía y otras enfermedades ya mencionadas.

“Como consumidores sabemos que estos cultivos tienen desventajas para la salud y para la biodiversidad en los países en donde se cultivan y no queremos apoyar este desarrollo. No queremos esos cultivos en Europa, ni queremos importarlos", dijo la experta en biotecnología y bioética alemana Hedwig Emmering en el marco de la Feria Agrícola y de la Alimentación en Berlín.
Una declaración comprensible, considerando que: la tecnología genética no solo pone en riesgo la salud de los consumidores sino también la de los agricultores y sus familias. Además de debilitar las tierras trabajadas con semillas transgénicas, es un peligro para la biodiversidad en general.  La creciente necesidad de tierras agrícolas por la industrialización de la agricultura en América Latina provoca una fuerte deforestación en zonas todavía vírgenes, como por ejemplo en la selva brasileña. Estos daños son irreparables para la naturaleza. 
Aparte de esto, es muy difícil en zonas de mayor uso de semillas genéticamente modificadas garantizar que éstas no se crucen con las plantaciones no modificadas y así garantizar productos libres de tecnología genética. Una evolución negativa es también el aumento de poder de pocas empresas multinacionales, como Monsanto, lo que va a la par con una mayor dependencia de los productores pequeños de tales empresas. Además es problemática la situación del mercado mundial: mientras en EE. UU. y América Latina se fomenta fuertemente la tecnología genética, en Europa la población y la política están en contra de los productos transgénicos. La consecuencia es una desnivelación de las exportaciones e importaciones agrícolas en todo el mundo, algo que tampoco es justo.   

Aunque pareciera no influir en nuestra vida diaria en Alemania, sería bueno preguntarse, quizás la próxima vez que estamos disfrutando de un jugoso pedazo de carne argentina,  bajo qué condiciones han sido elaborados nuestros alimentos. ¿Podemos aceptar el uso de soja transgénica por la cual se deforestean miles de hectáreas de bosque en Brasil? ¿O ser indiferentes frente a un campesino uruguayo que tuvo que dejar de plantar su soja como siempre lo ha hecho y cambiar sus semillas por las que le vende una empresa grande?
La tecnología genética no solo es un riesgo difícil de calcular para la salud de los consumidores, sino también para la de los agricultores y sus familias, lo que se refleja  en el incremento de los casos de cáncer en las zonas agrícolas. Se necesitan  estudios independientes y objetivos sobre los efectos sobre la salud y el medioambiente para poder juzgar y entender la situación, y no aceptar declaraciones dudosas de parte de quienes se lucran con esta tecnología.





Fuentes:

Dünckmann, Florian: Krieg in den Dörfern und auf den Feldern; publicado en Geographische   Rundschau 2/2011, p. 12 – 18

Usi, Eva: Argentina presenta en Berlín polémica apuesta por agroindustria transgénica; publicado el 20/1/14 en http://www.dw.de/argentina-presenta-en-berl%C3%ADn-polémica-apuesta-por-agroindustria-transgénica/a-17374307
 (fecha: 11/6/14)

www.genfrei-gehen.de (fecha: 10/6/14)

www.leyesdesemillas.com (fecha 15.6.14)

Alicia Bárcena, Jorge Katz, César Morales, Marianne Schaper: Los transgénicos en América latina y el Caribe, un debate abierto; Comisión Económica para América Latina y el Caribe; Santiago de Chile, junio de 2004

Deutschlandradio Wissen: Gen-Soja, Die Teufelsbohne; publicado en http://dradiowissen.de/beitrag/gen-soja-krebsrate-in-anbaugebieten-auff%C3%A4llig-hoch


por
Sonia Hagen
Anna Gœrnemann
Larissa Rueter
Charlotte Koch








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